lunes, 19 de enero de 2009

La acumulación del capital y la burguesía:

Fuentes de capital:

Las instituciones económicas de los siglos anteriores intervenían fundamentalmente en el control sobre la tierra y el trabajo. Aunque estos factores de producción no perdieron su importancia en el siglo XVII se les unió el capital como ese tercer factor que ahora desempeñaba un papel lo suficientemente importante en gran parte de Europa como para asegurar el desarrollo de nuevas instituciones y costumbres.
Algunas economías ya no estaban rondando, a finales del XVII, los niveles de subsistencia. Además las necesidades de capital de la mayoría de las empresas industriales y comerciales no eran grandes. Existían instituciones para la fusión de capital de varios inversores y el crédito comercial completaba el capital de explotación de muchas empresas. El persistente descenso de las tasas de interés del siglo XVII nos da quizás lo que es el más claro apoyo para el punto de vista de que el capital no era especialmente escaso, ya que incluso existía un mercado de préstamos.
Cuando Marx asegura que “la separación del productor y los medios de producción” fue decisiva para el desarrollo de un mercado libre de trabajo y de un mercado interior-requisitos básicos de una economía capitalista- no podemos menos que estar de acuerdo. El proceso de estratificación social dado a lo largo de los siglos XVI y XVII tuvo el evidente resultado de fomentar las relaciones capitalistas en el campo.
La clave para la comprensión del creciente poder del capital no se encontrará en la búsqueda de fuentes exteriores de capital, más bien entronca con la solución al problema de conservar y mantener productivo el stock de capital ya existente. Era mayor la debilidad que tenía que superar la economía europea en lo referente a la mala inversión y al derroche de capital que en lo referente a su insuficiencia.


Las aspiraciones de la burguesía:

Todo esto nos lleva a un concepto erróneo: la burguesía ascendente. Las familias burguesas de la mayor parte de Europa, en caso de llegar a progresar realmente, se salían de la burguesía para integrarse en la aristocracia. Para muchas familias burguesas, el beneficio del capital invertido era mayor cuando se invertía en cargos militares, administrativos y judiciales, en dotes y en terrenos agrícolas.
Los representantes más notables de la burguesía del siglo XVII eran los innovadores comerciantes. Para los contemporáneos un grupo burgués aún más conspicuo era el de los financieros de buenas relaciones, particularmente aquellos que tenían tratos con el Estado. Ocultos detrás de este estrato superior de innovadores y financieros, había una cantidad mucho mayor de burgueses cuya actitud no sólo era económicamente pasiva sino totalmente fosilizada. Especialmente en las ciudades de provincias la burguesía era de todo menos una clase en ascenso, ya que su capital iba siendo encauzado hacia un sector no-capitalista e inerte, compuesto de tierras agrícolas, cargos administrativos y papel del Estado. Con cada crisis agrícola las familias urbanas acaparaban tierras de los campesinos y lo mismo hacía la vieja nobleza. Paso a paso una nueva nobleza se estaba formando sobre la base de cargos judiciales y administrativos, propiedad urbana, bonos del tesoro y tierras agrícolas.
Aquellas naciones que carecían de una rutilante aristocracia exenta de impuestos que se atrajera hacia sí el talento y el capital burgués se hallaban en mejor situación para el crecimiento económico.


Oportunidades de inversión:

Los usos burgueses que hemos descrito no eran solamente consecuencia de la aspiración a entrar a formar parte de la nobleza. También fue consecuencia de una economía con unas posibilidades de inversión excesivamente limitadas. Un comerciante próspero probablemente se encontraría con que su negocio no se podía expandir lo suficientemente rápido como para absorber su creciente acumulación de capital. En este contexto, el período 1650-1750 destaca como una época en la que se logra una expansión grande de las oportunidades de inversión.
La deuda pública era la más extendida de las opciones de inversión. Lo que se generalizó en el siglo XVII fue una deuda pública consolidada cuyos intereses se pagaban a través del presupuesto estatal, y en el que la deuda en forma de bonos era negociable. Esta forma menos arriesgada de prestar dinero al Estado atraía capital procedente de mucha más gente que los anteriores préstamos de los reyes.
Donde había bonos y anualidades del tesoro éstos suponían una mayor flexibilidad para las inversiones en valores de las familias burguesas, pero no todos sus efectos eran positivos. Cuando lograban atraer hacia sí grandes cantidades de capital procedente del comercio y recargaban los sistemas fiscales, generalmente regresivos, con el pago de intereses que iban a parar a manos de los acaudalados poseedores de bonos, estos instrumentos de la deuda reducían el nivel de empleo y a la vez redistribuían las rentas de los pobres a los ricos.
A parte de la deuda pública, nos encontramos en el siglo XVII un creciente mercado hipotecario que creció enormemente, tanto en la demanda de hipotecas como para el suministro de capital hipotecario a largo plazo. Pero, igual que ocurría con el aumento de la deuda pública, esta forma de inversión no beneficiaba inevitablemente a la clase media.
El mercado de bonos canalizó también gran cantidad de capital burgués hacia las compañías de acciones. Las compañías aumentaban cada vez más su capital emitiendo bonos, ya que unas tasas de interés reducidas les hacían ser una fuente más barata de capital que nuevas emisiones de acciones. La popularidad de las compañías de acciones culminó en un frenesí especulativo en 1719-20 y los precios de las acciones multiplicaron muchas veces sus valores nominales.


Créditos a corto plazo y bancos:

La creciente gama de oportunidades de inversión que se presentaban en el
curso de los siglos XVII y XVIII no quedaba limitada a inversiones a corto plazo. En una economía en la que el capital circulante superaba en mucho al capital fijo, era inevitable que las concesiones de crédito a corto plazo se constituyeran en una forma importante de inversión. Tal crédito quedaba reseñado en la letra de cambio, instrumento de crédito que databa de la Edad Media. A principios del siglo XVII el vencimiento de estas letras de cambio se producía entre uno y tres meses. Pero en el curso del siglo la creación de rutas comerciales más extensas tendió a alargar el plazo; para 1700 se había establecido el uso de plazos de seis a doce meses. En el siglo XVI los banqueros italianos empezaron a hacer negociables las letras y en el siglo siguiente esta práctica se extendió a la Europa septentrional. Así para el siglo XVIII las letras de cambio podían ser descontadas o endosadas.
La culminación de las innovaciones financieras vino con el establecimiento de los bancos públicos. En Italia, desde el medievo, muchas ciudades tenían bancos que servían a las necesidades de los comerciantes. No pretendían ser instituciones de crédito aunque algunos de ellos facilitaban créditos a las corporaciones municipales de su ciudad. Durante muchos siglos, la superioridad de las técnicas italianas había supuesto una considerable ventaja para sus comerciantes, pero en el siglo XVII las diferencias desaparecieron e incluso se invirtieron con la aparición de los primeros bancos públicos en el norte de Europa (Banco de Ámsterdam en 1609).

La burguesía ¿en auge o petrificándose?

El problema crónico de la mala inversión fue aliviado por la creciente gama de oportunidades de inversión. Tendrían que pasar otros cien años para que el capital se canalizara hacia la empresa industrial, pero el comercio y, en menor grado la agricultura, se beneficiaron de una abundante fuente de crédito bancario.
El impacto de estos avances progresivos no alcanzó a todos los rincones de Europa. En las capitales en auge se puede identificar un grupo burgués enérgico. Los arrendamientos del cobro de impuestos, préstamos al estado y la explotación de monopolios crearon una especie de capitalismo cortesano. La riqueza de los más ricos de estos capitalistas de corte excedía en mucho la fortuna conocida de los más ricos comerciantes o propietarios de manufacturas, pero no se puede inferir de ello que, en consecuencia, tuvieran un papel en asegurar directamente el triunfo de la verdadera economía capitalista. Al contrario, su posición era la de intermediarios entre los sectores capitalistas y no capitalistas de la economía. Su prosperidad requería la preservación de sistemas financieros retrógrados y de economías rurales. Estos importantes sectores de la burguesía muchas veces asumieron características aristocráticas, pero también se dio el movimiento contrario por el cual las familias nobles se involucraron fuertemente en la actividad burguesa de inversión de capitales.

La burguesía de la que se puede decir con propiedad que estaba en ascenso, consistía en aquellos comerciantes a comisión, comerciantes de industria a domicilio, comerciantes coloniales y otros que aprovecharon las nuevas oportunidades y el potencial reductor de costos de la industria rural. Los verdaderos industriales se hallaban todavía entre los burgueses más humildes. Una industria a gran escala era algo así como una gran curiosidad a principios del siglo XVIII.



DE VRIES, J.: La Economía de Europa en un período de crisis. 1600-1750.


Me he decidido a agregar esta entrada a mi blog porque me parece un tema interesante que no hemos llegado a tratar en clase. Además, la lectura de este capítulo de la obra de De Vries me ha ayudado a aclarar ciertas dudas sobre el capital y sus distintas modalidades de inversión, pues son términos que parecen muy actuales pero cuyo origen vemos que se sitúa en la Edad Moderna. Es destacable no sólo por su valor en materia económica, sino también porque recoge la influencia en la sociedad con el ascenso de la burguesía.

1 comentario:

David Alonso dijo...

Insisto, Inés: muy bien.